De repente me dí cuenta. La casa estaba menos limpia que antes. No había tanto orden como antes. El coche tenía algunos ruidos nuevos y el motor tiraba unas gotitas de aceite en la plaza de garaje. Mi traje ya no lucía tan impecable y mis zapatos empezaban a mostrar claros signos del paso del tiempo. Ya no iba 3 veces por semana al gimnasio siempre a la misma hora y la cerveza que tomaba de vez en cuando con amigos había originado una barriguita incipiente.
Sí, de repente me dí cuenta. Ahora era más feliz.