domingo, 12 de diciembre de 2010

PALESTINOS E ISRAELÍES

Ayer acabó la 3ª muestra de cine sobre derechos humanos de San Sebastian de los Reyes. Tras asistir al documental y posterior debate sobre la dificultad de la vida en Palestina, los asistentes salimos con cierto sentimiento de recelo (por no usar expresiones más beligerantes) hacia el estado de Israel y la mayoría de los israelíes por la injusticia que se comete contra la población palestina.
¿Cómo acabar con esa injusticia? ¿Cómo movilizar al mundo entero para que de verdad tome cartas en el asunto para que influya en los Israelíes e impida que masacre a los Palestinos?¿Porqué los países árabes más influyentes no hacen más presión para resolver ese conflicto?
Llevamos tantos años, tantas generaciones, tantos siglos cayendo en la misma trampa que ya ni siquiera somos conscientes de ello.
El problema no son los israelíes, ni los palestinos, ni los gringos, ni los árabes. Tampoco lo son los judíos, ni los musulmanes, ni los cristianos. Ni siquiera el problema son los gobiernos de Israel, ni de Palestina, ni de Estados Unidos, ni ningún otro. Entonces, ¿dónde está el problema?
El problema surge cuando un ser humano quiere dominar, reinar, dirigir al resto de los seres humanos. Como este no lo puede hacer sólo por la fuerza de su espada, convence a un grupo que él (o ella) les va a proteger de los demás. Una vez que lo ha conseguido, este tendrá que buscar un nombre o una bandera que identifique al grupo. Cuando el grupo esté definido, saldrá a buscar enemigos o diferentes que quieran enfrentarse al grupo para poder justificar esa necesidad de protección. Si no los encuentra, podrá utilizar cualquier medio para hostigar al diferente para que de verdad nos odie. En cuanto encuentre los primeros enemigos, la comida está a punto para ser servida. Ya sólo falta decir: “Veis, nos odian por que somos mejores y llevamos esta bandera”.
El dirigente, o los que hayan pasado a formar parte de las personas de confianza de este, tendrán que mantener vivo su discurso. Harán mítines, reuniones, celebraciones para mantener a sus fieles unidos y, para ser más convincentes, se lo repetirán como salmos sagrados hasta que ellos mismo se crean su propio engaño. De esta manera será muy difícil que algunos de los líderes del grupo, o de sus descendientes, se den cuenta del autoengaño en el que un día se metieron.
Para fortalecer el grupo y evitar ser absorbidos por otros, habrá que incorporar regularmente a diferentes a que se unan al grupo. No se hará masivamente para no crear disidencias y evitar recelos de los “antiguos”. Será fundamental que los nuevos miembros sean acogidos y reconocidos para que se sientan orgullosos de su nueva pertenencia, ya que si se hace bien, estos serán los más fervientes defensores de la nueva familia que les acoge.
Mientras sigamos criticando a los israelíes, a los palestinos, a los gringos, a los catalanes o los andaluces; mientras sigamos señalando a los gobiernos de Venezuela, Irán, Francia o Nigeria; mientras sigamos mencionando en nuestros discursos a los chiíes, a los judíos o a los Indus seguiremos alimentando un engaño colectivo sobre el que se construyó nuestra sociedad.
El problema son los derechos humanos de personas que no se respetan. El día que se quiten las banderas de los discursos y las negociaciones, todos empezaremos a entender que sólo hay personas con miedo que fueron atrapadas en uno u otro bando y que el otro tiene tanto miedo o más que yo. El día que entendamos que el problema no está en el grupo contrario, ni siquiera en el mío propio, sino en la misma esencia de la división por grupos podremos sentarnos y empezar a buscar soluciones verdaderas.

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Un día para disfrutar by James Cauhape is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
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